martes, 11 de enero de 2011

Adelanto

Así, el dispositivo (de normalización) aula encuentra, a través de las apariencias de una simulación, una linea de fuga y se transforma en un espacio de experimentación donde la conciencia se expande: la institución mortal, muere; nace el laboratorio y su “anti-estetica” que deja ver los rastros del prototipado, del proceso abierto. El laboratorio se inserta en el devenir y acciona sobre él; las lógicas de las sensaciones que se despliegan exhiben las potencialidades, dejan ver los “errores”, los olvidos, las múltiples direcciones posibles de las propuestas; todo es abierto, modificable, intervenible. 

Un aula desfondado y una fuga: ya no hay una inteligencia, sino que se dibuja un arcoiris de múltiples inteligencias; ya no hay docentes y alumnos, sino no-docentes y no-alumnos; el espacio entero se ve atravesado por el deseo, puesto que el laboratorio implica la producción a partir de aquello que nos moviliza. Los flujos vitales del deseo destierran los elementos mortales de la institución arcaica. La maravillosa formula deleuzeana “n-1”, es decir, la necesidad de sustraer lo Uno, los centros, los reyes para generar multiplicación, proliferación de las formas y los contenidos, puede encontrase aquí a partir de lo que denominamos “multiplicación creativa”.

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